martes, 17 de noviembre de 2015

Elección

La puerta se cierra con un golpe seco tras mi espalda, y ante mis ojos se extienden dos caminos: uno rojo y otro blanco.
Ojalá esto fuese como en el mago de Oz, y hubiese un camino amarillo que seguir... o un hada que me dijera lo que hacer.
Porque el camino que yo quiero recorrer, mi estupidez ya lo dejo atrás y mi orgullo borró toda posibilidad de retroceder en el tiempo.
Sé lo que significa cada camino, y debería sentirme privilegiada por ser la primera persona a la que dejen elegir.
Pero más bien me siento utilizada, como una simple rata de laboratorio siendo objeto de un vil experimento.
El camino blanco, el que todo el mundo querría poder escoger. El que ellos quieren que elija, para terminar su investigación. El que yo debería elegir.
Pero no lo haré, porque ellos me quitaron la vida.
Tampoco iré por el camino rojo, a pesar de que sé que es lo que me merezco: sufrir por toda la eternidad.
Pero no lo haré, porque ellos ya me han dado la muerte.
Construiré mi propio camino, mi limbo, a pesar de todos los peligros que seguramente correré. Porque soy especial, un ángel desterrado que, en vez de rendirse al infierno, decidió caminar por la fina línea que lo separa del cielo, desafiando a los dioses.
Esa línea de separación, la vida, me dió todo lo que jamás pensé que tendría, y, por unos instantes, me sentí al fin humana.
La he probado, como una droga, adictiva, y no me conformare con una imitación.
Lucharé por conseguirla, aunque eso me cueste la vida.

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