Me despierto temprano y, lentamente, voy dándome
cuenta de lo que pasa: tus brazos, fuertes y seguros, alrededor de mi torso
desnudo; tu pecho, debajo de mí, se eleva con cada respiración; siento tu
mirada en mi nuca, y elevo la vista para ver tus ojos verde esmeralda.
Me saludas con una sonrisa alegre y
despreocupada, que deja en tus ojos un brillo de picardía.
No sé que hacer; nunca antes me había pasado
esto, y la situación se esta empezando a poner embarazosa. Me levanto de la
cama y cojo una bata, intentando tapar mi desnudez, aunque sé que ya no sirve
de mucho. Entro en el baño y comienzo a llenar la bañera con agua caliente.
Pero, a pesar de tener una ligera esperanza, es casi imposible que él se duerma
y yo pueda escaparme. Mientras, medito que pudo ir mal.
Hacía meses que lo conocía, así que el encargo
debería haber sido fácil: acostarme con él y huir de madrugada sin dejar
pistas. Desprestigiar el status de una persona no es un trabajo que me agrade,
pero se paga bien, y yo necesito el dinero para vivir.
Pero esta vez es diferente. Cada vez que pienso
en escaparme me inunda una profunda tristeza; en cambio, cuando lo recuerdo a
él, a esta noche, se me acelera el corazón y me siento la mujer más feliz del
mundo.
Poco a poco, la verdad me acecha, como un hábil
depredador, hasta cazarme. Ahora ya no hay vuelta atrás. He incumplido las
reglas:
Me he enamorado de mi víctima número 100.
jueves, 25 de julio de 2013
miércoles, 24 de julio de 2013
HOLA
Hola a tod@os! Bienvenid@s a mi blog en el que escribiré relatos que, espero, os emocionen tanto como a mí.
Habrá de todo tipo: relatos tristes, alegres, de esperanzas, sueños rotos, encuentros inesperados,..... Para que haya donde elegir.
Y si queréis dar ideas, solo tenéis que comentar.
LIBERTAD
Con cada palabra que sale de tus labios el dolor en mi pecho va en aumento. Necesito hacerte callar, pero estoy paralizada. Lo que más me hiere es tu sonrisa, porque es la que me confirma que con ella eres feliz. Oigo tu voz, pero no comprendo lo que dices; la cabeza me palpita con fuerza.
-Nerea, ¿me escuchas?
-¿Qué? Yo... claro que sí.
-¿De qué estaba hablando?
-Pues hablabas de... cómo hacer y... dónde...
-¡Dios mío! ¿Qué te pasa hoy? No me estás haciendo ni caso. ¡ Te estoy confiando los planes del mejor día de mi vida!
Deseo más que nada en el mundo plantarte cara, decirte que te amo, que siempre te he amado en silencio, velando por ti. Pero tú no estás a mi alcance, ya no. Debo esconder mi loco amor en una caja, debajo de la cama, para que se llene de polvo y moho; así ya no querré volver a tocarla. Pero no puedo hacerlo, porque en esa caja van las tardes en la playa, las acampadas, las noches de cine antiguo en el salón de tu casa, todas las cosas que me importan. Solo me queda una opción para mitigar el dolor sin olvidarte.
Me despido de ti, sin desvelarte que puede ser la última vez que me veas. Camino con paso decidido hacia el puente de Rande, ignorando el claxon de los coches; nada va a conseguir pararme.
Llego a la mitad del puente y me siento en la barandilla con las piernas colgando. Dejo que la brisa marina acaricie mis mejillas, como despedida. Debo darme prisa antes de que alguien se de cuenta de la locura que estoy a punto de cometer.
Me suelto y, mientras caigo hacia las frías aguas, los oídos me pitan, pero yo solo siento felicidad; felicidad por estar libre y sin cadenas.
Luego, un dolor frío e intenso, hasta adentrarme en una luz blanca que lo hace remitir. No puedo evitar sonreír.
Después de eso, nada.
-Nerea, ¿me escuchas?
-¿Qué? Yo... claro que sí.
-¿De qué estaba hablando?
-Pues hablabas de... cómo hacer y... dónde...
-¡Dios mío! ¿Qué te pasa hoy? No me estás haciendo ni caso. ¡ Te estoy confiando los planes del mejor día de mi vida!
Deseo más que nada en el mundo plantarte cara, decirte que te amo, que siempre te he amado en silencio, velando por ti. Pero tú no estás a mi alcance, ya no. Debo esconder mi loco amor en una caja, debajo de la cama, para que se llene de polvo y moho; así ya no querré volver a tocarla. Pero no puedo hacerlo, porque en esa caja van las tardes en la playa, las acampadas, las noches de cine antiguo en el salón de tu casa, todas las cosas que me importan. Solo me queda una opción para mitigar el dolor sin olvidarte.
Me despido de ti, sin desvelarte que puede ser la última vez que me veas. Camino con paso decidido hacia el puente de Rande, ignorando el claxon de los coches; nada va a conseguir pararme.
Llego a la mitad del puente y me siento en la barandilla con las piernas colgando. Dejo que la brisa marina acaricie mis mejillas, como despedida. Debo darme prisa antes de que alguien se de cuenta de la locura que estoy a punto de cometer.
Me suelto y, mientras caigo hacia las frías aguas, los oídos me pitan, pero yo solo siento felicidad; felicidad por estar libre y sin cadenas.
Luego, un dolor frío e intenso, hasta adentrarme en una luz blanca que lo hace remitir. No puedo evitar sonreír.
Después de eso, nada.
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