jueves, 25 de julio de 2013

El número 100

Me despierto temprano y, lentamente, voy dándome cuenta de lo que pasa: tus brazos, fuertes y seguros, alrededor de mi torso desnudo; tu pecho, debajo de mí,  se eleva con cada respiración; siento tu mirada en mi nuca, y elevo la vista para ver tus ojos verde esmeralda. 
Me saludas con una sonrisa alegre y despreocupada, que deja en tus ojos un brillo de picardía.
No sé que hacer; nunca antes me había pasado esto, y la situación se esta empezando a poner embarazosa. Me levanto de la cama y cojo una bata, intentando tapar mi desnudez, aunque sé que ya no sirve de mucho. Entro en el baño y comienzo a llenar la bañera con agua caliente. Pero, a pesar de tener una ligera esperanza, es casi imposible que él se duerma y yo pueda escaparme. Mientras, medito que pudo ir mal.
Hacía meses que lo conocía, así que el encargo debería haber sido fácil: acostarme con él y huir de madrugada sin dejar pistas. Desprestigiar el status de una persona no es un trabajo que me agrade, pero se paga bien, y yo necesito el dinero para vivir.
Pero esta vez es diferente. Cada vez que pienso en escaparme me inunda una profunda tristeza; en cambio, cuando lo recuerdo a él, a esta noche, se me acelera el corazón y me siento la mujer más feliz del mundo.
Poco a poco, la verdad me acecha, como un hábil depredador, hasta cazarme. Ahora ya no hay vuelta atrás. He incumplido las reglas:
Me he enamorado de mi víctima número 100.


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