miércoles, 28 de agosto de 2013

La Promesa

No hay ninguna luz encendida en casa. A pesar de eso, no me fío de mi madre.
Sólo son las cinco de la mañana, pero el calor es sofocante; el fular que tapa el chupón de mi cuello me sobra. Igualmente, el pelo alborotado da que pensar. Y mi madre no es tonta.
Camino sigilosamente hasta mi cuarto, celebrando ya mi victoria.
-Kara, ¿adónde crees que vas a estas horas?
-A mi cuarto. -me froto la nuca, nerviosa.- ¿Tú quieres algo, mamá?
-No me tomes por tonta. ¡Estás loca! A quién se le ocurre volver a las cinco de la mañana.
-Ya no soy una niña y....
- ¿Qué has estado haciendo?- me mira sin disimulo, y una mueca de horror se forma en su cara.- ¿Con quién has estado?
-Eso no te interesa.
- ¡Sí que me interesa! Soy tu madre, Kara, tienes diecisiete años y vives bajo mi techo.
-Si ese es el problema, me iré de casa.
Al instante me arrepiento de mis palabras; cuando  mi madre comienza a llorar.
-No, mamá, no llores, lo siento, no quería decir eso....
Llegados a este punto, las dos estamos llorando, abrazadas la una a la otra.
-Oh, Kara, yo solo quiero que no tengas el mismo futuro que tuve yo.
-Te lo prometo, mamá, seré una hija de la que estarás orgullosa.
-Ya lo estoy, cariño. Ya lo estoy.
Jamás he roto esa promesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario